domingo, 7 de noviembre de 2010

Carta d'una veïna

Arrel d'un article de El Periodico, enllaçat des del blog de la Plataforma Raval per Viure una veïna va escriure el text que us afegim a continuació. Ens va semblar tan cruament revelador de l'atmosfera que les dones han de patir al carrer Robador que li vam demanar permís per publicar-lo aquí.


¿Proposiciones molestas, indecentes o realmente son situaciones denigrantes para la mujer? No apto para niños.

Corroboro todo lo dicho en este artículo por mis vecinos. Además me gustaría profundizar en la "óptica femenina" para compartir, mi última experiencia en este sentido.

Reconozco que no lo hice antes por vergüenza, ya que, ese día, subí a casa con más rabia y frustración que en otras ocasiones, porque fueron unos minutos interminables. El sujeto, alargó mi agonía deliberadamente, intentando que le mostrara mi fragilidad para utilizarla, nuevamente, cuando a él se le volviese a antojar.

Viernes, 29 de octubre. 16:30 horas. En una calle del Raval. Furgón y coche policía.

Un tipo sale de la bodega ¡cerveza en mano y bailando!. A pesar de que la calle está llena de meretrices, el tipo se fija en mí ¡que casualidad!. Mentalmente repaso mi aspecto: ropa discreta e inexpresión en mi cara, y pienso; ¡tranquila, es evidente que no eres meretriz!

El tipo camina hacia mí. Tiene signos claros de embriaguez. Intuyo que, voy a tener problemas. Me digo a mi misma: ¡no muestres miedo, no le des el placer de escandalizarte!.

Cuando está próximo a mí, lanza la pregunta: ¿Cuánto por una pajilla? ¿no haces pajillas? (lo siento/estas fueron sus palabras). No le contesto. Sigo caminando.

Él me sigue. Llego a mi portería. Él también (ahora ya sabe donde vivo). Dudo si sacar las llaves del bolso, al final decido sacarlas sin prestarle atención. Intento aparentar tranquilidad, aunque mi mente va a mil por hora. Él repite su pregunta e insiste: ¡Por favor, hazme una pajilla! Esta vez decido mirarle a los ojos. Le digo: ¡está prohibido beber en la calle!.

Intento abrir la puerta. Se acerca un poco a mí. Me toca, me pone su mano en mi hombro (decido no darle importancia a que me toque, aunque ¡maldita sea la gracia que me hace!). Masculla palabras. Voy entrando en la portería, se me grabó su última frase: ¡Hoy me haré una paja por ti, te lo prometo!. Fui cerrando la puerta con calma, intentando no mostrar la desesperación que realmente sentía. Finalmente se marchó.

Era la primera vez que veía a este tipo en esta calle. En estos días tampoco lo he vuelto a ver.

Estas situaciones tan “DENIGRANTES” son las que vivimos, demasiado a menudo, las mujeres del barrio que NO somos meretrices.

El RAVAL más moderno, más cool, más multicultural NO logra erradicar lo que gritan las entrañas de algunas de sus calles: “la mujer está para servir al hombre”.

Nuestras autoridades deberían reflexionar: ¿Proposiciones molestas, indecentes, o denigrantes para la mujer?